Todos los humanos de este planeta se han equivocado alguna vez mandando un mensaje. Todos. Aunque las consecuencias no hayan sido demoledoras.
Cinco minutos. Es todo el tiempo que tienes para eliminar un mensaje de WhatsApp y evitar que tiemblen los cimientos de tu vida. De los mil millones de usuarios que tiene esta aplicación, nos jugamos una mano a que los 1.000 millones (y alguno más) ha mandado algún mensaje por error. Un mensaje, y varios. Es el peligro (uno de ellos) que tiene una aplicación en la que estamos todo el día. Es lo último que miramos antes de dormir y lo primero que abrimos en el móvil casi sin habernos levantado.
Tal y como se ha publicado, con la próxima actualización de WhatsApp (puede que en un futuro cuando estés leyendo esto ya haya ocurrido) podrás eliminar en todos los chats los mensajes que nunca debiste enviar. Es muy probable que, para alguna amistad, esta funcionalidad llegue muy tarde.
La función se irá insertado poco a poco en los mil millones (mientras lees esto serán muchos más) de teléfonos que usan WhatsApp y no debes preocuparte por la clase de télefono que tienes o dejar de tener. Si borras un mensaje desde un Android, se borrarán también en los iPhone, y viceversa.
Una funcionalidad más que interesante pero, ¿cuáles son esos mensajes que hubieras deseado borrar y nunca pudiste?
¿Que mensajes hubieras borrado?
Ese mensaje de esa noche de fiesta… A según qué horas y según qué edad, el teléfono móvil es un peligro. Por la noche todos los gatos son pardos y con un teclado en la mano nos sentimos demasiado poderosos. Lo que a la una de la tarde nos parece una barbaridad, a las cuatro de la mañana los vemos como un acto de heroicidad. Y claro, pasa lo que pasa. Que envías mensajes al supuesto amor de tu vida, que engrandeces demasiado el concepto de amistad, o que directamente te pasas de sincero con alguien y terminas partiendo peras. Aunque no puedas borrar los mensajes, ¡mira siempre la hora!
Ese mensaje cuando te equivocaste de grupo… A todos nos ha pasado: tienes un grupo titular, y otro paralelo en el que estáis una selección del grupo titular para rajar de alguien o algo. Tu piensas que eres el capitán general de la estrategia con el móvil, pero todo se te viene abajo cuando te das cuenta que el mensaje para el grupo paralelo… lo has mandado al titular. Nos explicamos, ¿no? Y claro, pasa lo pasa, que debes sacar toda tu astucia para inventar la coartada perfecta y jurar ante los Dioses que era «para otro grupo».
Esa captura que no llegó al lugar indicado… Momento típico de WhatsApp: haces una captura de la conversación con X para decirle a Y que «mira lo que dice la idiota de X». Y en otro alarde de control telemático le mandas la captura a X, porque nunca saliste de ese chat en busca de Y. Por lo tanto, gracias a una captura de WhatsApp se destapa que te gusta rajar por las espaldas, y a ver cómo le explicas a X que el asunto iba por otros cauces que no son los que piensa.
WhatsApp: fiestas sorpresa y más ‘rajadas’
Ese mensaje ‘rajando’ de alguien que pensabas que no estaba en el grupo pero… ¡si lo está! Evidentemente, las ‘rajadas’ son el mayor peligro en WhatsApp. Tras la pantalla de un móvil y diciendo las cosas por escrito todos somos muy valientes. Hasta que el asunto se tuerce y componemos poesía de la gruesa a los mandos de nuestros pulgares para enviarlo al sitio donde, sí amigos, está la persona aludida en el texto. Y otra vez, y van varias, a contar una película sobre las razones que te han llevado a hacerlo.
Ese mensaje destapando una fiesta sorpresa... Cuando se abre un grupo para montar una fiesta sorpresa o comprar un regalo en secreto, todos los grupos saben que hay un elemento concreto que tiene altos índices de destapar el pastel antes de tiempo. Es algo con lo que todos debemos vivir. Y para no romper esquemas, se cumplen las predicciones y acaba pasando: habla de la fiesta sorpresa en el chat que no debe hacerlo. Entonces pueden pasar dos cosas: o se empieza a hablar hasta el infinito para bajar la metedura de pata o todo el mundo se hace el loco diciendo que no hay ninguna fiesta, o -con toda la naturalidad del mundo- se le dice al afectado: sí, hay una fiesta. Y crisis solucionada.
¿Alguna vez os ha pasado algo de esto?