Google Calendar lo lleva avisando varias semanas: la cena de empresa ha llegado. Es parte del ciclo vital del ser humano; nacer, crecer y sentarte cerca de tu jefe en la mítica cena anual. Hay formas y formas de afrontarlo y cada uno es libre de aceptar como válida la suya propia, pero no olvidemos que el lunes hay que regresar a la oficina, y que ser el viral de la empresa no mola nada.
Empecemos por el principio: tema vestimenta. No queríamos tocar este palo, ya que nos manejamos mejor en el segmento del snack, pero los expertos en cenas siempre lo mencionan: las camisetas frikis-desteñidas y las faldas más cortas de los vestidores no están homologadas como prendas oficiales para esta ocasión. En los foros más expertos recomiendan los colores neutros, así que ya sabéis.
¡Ojo con las faltas de asistencia! Acudir a la cena o no siempre es motivo de debate interno con uno mismo. No estamos obligados pero en caso de ausencia se debe tener en cuenta que hay compañeros con mucha memoria: los recordatorios de una ausencia se extenderán por muchos meses; ¿estáis dispuestos a afrontarlo? En caso de asistir, viviréis uno de los momentos más mágicos: ser de los primeros en llegar y el momento de la distribución. En el primer caso, no despreciéis el networking. Puede que al llegar no estén tus compañeros favoritos, pero aquí todos somos amigos.
Para el tema de las mesas pasamos a párrafo aparte. Si la empresa no se ha encargado de hacerlas, eso que nos llevamos. Todos tiraremos hacía el núcleo de los más divertidos, es inevitable, pero ¡ojo con haceros los amos de la cena!, que se nos puede ir la olla y acabar pagando el peaje de comandar las bromas y las risas. Se deben seguir unas máximas innegociables, que incluyen no hablar de política y religión y mucho menos iniciar una conga. Varios tribunales podrían considerar esto último como despido procedente.
La pitanza ha terminado y ahora toca vivir otro momento mágico: los copazos. Nuestro consejo es claro: siempre en copa de balón, pero con moderación. Si has ido en coche a la cena tira de refrescos, obviamente. Es cierto que el primer chupito no se negocia, pero el tercero ya puede hacer que se tambaleen algunos cimientos. Esta es la prueba del algodón para el trabajador patrio: autocontrol. Pasarse con las copas provoca soltar la lengua y caer en las ‘rajadas’ hacía ese compañero que ni frío ni calor. Nunca se sabe quién puede tener la parabólica encendida y aunque os parezca que no: sí, estáis hablando más alto de lo que esperabais.
Con el momento de las copas, o incluso antes, llega la locura absoluta de las fotos. El selfie de la cena es imprescindible, pero el resto de las instantáneas se pueden regatear con maestría.Las redes sociales son implacables con esta modalidad de fotografía y con el filtro Valencia todo se magnifica. También está el grupo de WhatsApp empresarial, que es la milla verde del trabajador que no ha tenido reparos en poner sus caras más cómicas.
¿Cuál es vuestro consejo estrella para sobrevivir a las cenas de Navidad?