Desterremos el mito: es un sitio en el que te puedes alojar como jóven mochilero, como experto viajero no tan jóven o como miembro de una familia.
Ya ha pasado la Semana Santa, lo que significa que tenemos vía libre para comenzar a pensar en las vacaciones de verano. De hecho, cuanto antes comencemos con esta tarea mejores condiciones encontraremos para nuestras vacaciones. En muchos casos, la anticipación es sinónimo de éxito, sobre todo en lo que se refiere a la economía.
Si todavía no habéis pensado qué hacer el próximo verano, nosotros tenemos un plan: no os vamos a recomendar destinos, eso es más personal, pero sí os vamos a recomendar un sitio en el que todo amante de los viajes debe dormir: un hostel. Tengas la edad que tengas es una experiencia que merece la pena vivir. Una vez que la pruebes el cuerpo te pedirá repetir.
Los hostel son lugares increíbles, donde abundan los jóvenes mochileros que buscan un alojamiento económico. Es importante matizar que “económico” no tiene que ser sinónimo de “lugar asqueroso”. En los hostels la vida puede ser maravillosa, ya que lo más probable es que acabes practicando tu inglés macarrónico con alguien que vive bastante lejos de tu casa. Si tienes suerte, abundarán las fiestas dentro del propio hostel, y si no siempre te puedes ir con la gente que has conocido.
Insistimos: los hostels pueden ser lugares mágicos incluso para familias. La gracia está en compartir habitación, pero es raro el establecimiento que no tiene rooms privadas. Sea cual sea la habitación que elijas, no olvides un candado de combinación para la taquilla (fundamental para guardar tus cosas), una linterna para moverte por la noche sin molestar a los compañeros (o por si quieres disfrutar de una lectura antes de dormir) y de unos tapones para los oídos. De las tres cosas, los tapones son claves para evitar dormir rodeado de una manada de algún animal salvaje.
La vida en el hostel es lo mejor que tendrás durante el viaje. Hay gente de todas partes y se puede disfrutar, si quieres, de múltiples vivencias en común. Solo hay que abrir la mente. Por ejemplo, en la cocina se cuecen muchas cosas más además de los platos. Se convierte en una actividad divertida para probar nuevos sabores y gestionar actividades en grupo.
Tanto en la cocina como en las habitaciones, si no quieres ganarte el odio de los demás, respeta las normas básicas de limpieza (está muy mal visto, por ejemplo, dejar la cocina sucia) y de ruidos. No obstante, hazte a la idea, alguien te acabará despertando alguna noche de madrugada. Es ley de vida. En algunos hostels, el silencio se respeta a rajatabla. Para saber todos estos detalles, lo mejor es aplicar los filtros correctos cuando reservas tu alojamiento. Leer las opiniones de viajeros anteriores es fundamental para la elección.
Y que no se te olvide: si tu presupuesto te lo permite, elige un hostel con las comodidades que necesitas. Dormir por poco dinero no es óbice, por ejemplo, para disfrutar de una piscina. Y reserva en el centro de la ciudad. Ya te avisamos que, al final, alojarse lejos de los centros de actividad sale más caro.