¿Has vivido todo esto que te contamos organizando un viaje con amigos?
No falla: llega un momento en la vida de todo ser humano en que las vacaciones familiares pasan a un segundo plano y se da rienda suelta a los viajes con amigos. Normalmente, este momento llega cuando tienes unos ingresos que te permiten coger un billete de avión sin tener que hipotecar el resto del año. El proceso es sencillo: tienes la pasta, y solo queda juntarte con un grupito de amigos viajeros. Ojo, el número (4-5 puede ser una cifra perfecta) y el tipo de personas son fundamentales a la hora de comenzar la época viajera. No todos los amigos son válidos para irse unos días por ahí. Cuando se han juntado todos estos factores puedes decir oficialmente que se abre la veda a conquistar el mapa.
Y es que no hay nada como salir de España (o del país en el que tengas a bien vivir) para que durante esos días parezca que nada te frene. Dejas que tu versión traviesa se apoderé de ti sin problemas. Te quitas el filtro y al lío. Y ya sabes qué ocurrirá: que al final del viaje dará igual cuál ha sido el destino, dirás que ha sido el mejor de tu vida. Esta frase no falla. Y si no acuérdate de nosotros cuando acabes el próximo que tengas planeado.
1. La elección del destino
Viajar con amigos es increíble y, si sacamos el lado más científico de Jumpers, os diremos que hay diversos estudios que avalan sus beneficios, ya que dicen que se estrechan lazos, y conoces más gente, claro. Pero, lo que la ciencia no tiene en cuenta, es que primero hay que elegir el destino, y ahí es donde reside la primera parte divertida de todo esto. Llevas no sé cuánto tiempo prometiendo que iréis a «XXX» pero al final la elección del destino final es un sainete, con horas y horas de debate presencial y por WhatsApp. «Yo quiero Europa», «ya es hora de cruzar un océano», «yo aquí ya he estado», etc. Hasta que a un miembro del grupo le salta la chispa magistral y da con la clave. Será por destinos…
2. La elección del transporte
Aquí entra en juego, irremediablemente, el destino. Si hay mucha distancia, nadie pone en duda que el avión será el transporte principal, aunque siempre habrá que convencer al típico que tiene miedo del avión aunque no se ha montado en su vida.
El conflicto, si es que puede llamarse así, llegará cuando no coger un avión entra dentro de las opciones posibles. Trenes, barcos o las míticas palizas en coche serán alternativas encima de la mesa. ¡Y no nos olvidamos de la furgoneta! Cada X años habrá un miembro del equipo viajero que hará el mismo planteamiento: «¿Y si cogemos una furgoneta y vamos parando en cada pueblo?»
3. La elección del alojamiento
Esta parte es divertida. Hay tantas opciones que esta elección sí que se convierte en un auténtico festival del humor. Por un lado los hostels, de los que nosotros somos muy fans, pero que no convencen a todo el mundo. Luego, cuando saltas a un nivel de viajero superior (o te juntas con un equipo con algo más de pasta) se puede pasar al alquiler de casas, que eso te abre un mundo nuevo de posibilidades.
Sea la opción que sea, lo divertido es quedar todo el grupo con un ordenador y empezar a ver opciones en una sola pantalla. Ahí sí que reside la verdadera magia de la elección y cuando conoces de verdad a tus amigos. «¿Pero como este apartamento te puede parecer cutre?, venga hombre».
4. La elección del planning
El planning es muy importante porque entran en juego las expectativas de cada uno. Siempre estarán los que apuestan por madrugar todo lo posible «para no perderse nada» o los que prefieren huir del estrés para dejarse llevar. Cuando el grupo es pequeño, no suele haber muchos problemas, pero hay que hilar fino para que no se convierta en una guerra civil entre bandas de madrugadores y pasotillas. Lo que se debe tener claro es que el día tiene 24 horas, las ciudades no se mueven de dónde están, y que no merece la pena discutir por visitar una catedral. Pero, ¿y lo divertido que es tensar un poco la cuerda?
¿Ya tienes destino para el próximo verano? ¿Cuál es la parte más divertida de estas cuatro?