Muchos sitios en los que podías abrir una bolsa y causar sensación (en el bus, por ejemplo, cuando se acerca la hora de la comida). Sitios en los que pasar horas y horas hablando de la vida con un par de bolsas (míticos momentos en un parque con amigos) pero si existe un sitio en el que se ha alcanzado un idilio increíble es en las cafeterías de los institutos. Solo ahí se han vivido momentos que, posiblemente, no se repetirán. A no ser que vuelvas al instituto, claro.
Ese sitio al que estabas deseando llegar…
Recreos y Jumpers han ido durante mucho tiempo de la mano. Pasabas la mañana mirando el reloj esperando que llegará el momento estrella de la mañana, y había que abrirse hueco entre la multitud para capturar tu bolsa correspondiente. O un bocadillo de tortilla, eso ya depende del gusto del consumidor.
Y es que, obviamente, en la «cantina» de tu instituto había varias opciones que siempre recordarás con melancolía. Alguna delicia que parecía fabricarse únicamente ahí. Un bocadillo, un pincho de algo… Tú sabías que un día saldrías rumbo a la universidad (o donde te llevara la vida) y lo perderías de vista. Pero no te querías hacer a la idea de esa situación.
Un bocadillo… y los Jumpers de postre
En Twitter hemos leído de todo. Y cosas maravillosas que nos han encantado. Desde algunos innovadores que se atreven a echar más ingredientes a su Jumpers (véase azúcar), hasta aquellos que esperaban pacientemente la llegada del recreo, se comían el bocadillo de casa, y acudían en busca de una bolsa para completar el momento. Y claro, ya volvías a clase a la media hora con otra cara. Eso sí, era importante regresar con la boca y las manos limpias de migas. No nos despistemos.
Te marcan el paso del tiempo
Un día estás en la cafetería de tu instituto saltándote una clase con una bolsa entre las manos (mal hecho, pero todos hemos caído alguna vez) y al otro estás firmando una hipoteca. Y te das cuenta de que has dado un salto temporal de X años que no te esperabas, y que cuando tú ibas a clase todos parecían niños quinceañeros que hacían cosas de niños quinceañeros, y ahora echas un ojo a la puerta de instituto y no puedes evitar pronunciar una frase mágica que termina por confirmarte que has cumplido más años de los que pensabas: «Esto en mis tiempos…»
Lo comprabas en la cafetería… y te lo comías donde no debías
Igual que todos conocemos al típico que se saltaba una clase, también sabemos de alguno que la comida del recreo la terminaba aplazando para otro momento. Siempre te sentiste atraído, nunca se sabrá muy bien la razón, por comer en plena clase. Podían ser Jumpers o un paquete de pipas, pero el caso es que cuanto más cerca estabas del profesor/a, más sentías la llamada del mal. Y claro, tarde o temprano te pillaban. Y entonces tenías que escuchar dos frases míticas de cualquier docente: «desde aquí se ve todo» (una verdad como un templo) y «¿Te crees que no te estoy viendo?». Por mucho que lo intentáramos, en este tema siempre teníamos las de perder. Así que lo mejor era dejar esa bolsa para el recreo, o vivir la aventura de llegar a la cafetería y que todavía quedará una para ti.